Cierre de la trilogía del detective Arturo Zarco.
Paula Quiñones llega a Azafrán para localizar fosas de la guerra civil. Mantendrá correspondencia con Luz (suegra de Zarco, el detective tan poco convencional, exmarido de Paula) a la que contará sus amores con David Beato, descubrirá sus temores respecto a la existencia de un delator y relatará las leyendas familiares. Pronto, una atmósfera gelatinosa y endogámica amenaza con aplastar a Paula.
En un homenaje a Hammett y Rulfo, a Peter Pan y Alicia en el País de las Maravillas, Sanz disecciona los relatos sobre la memoria. La escritura escarba fuera y dentro, a vista de lombriz y de águila, antes y después, en un magnífico trabajo con el punto de vista que no abole la noción de Historia