Una tragicomedia melancólica escrita con un estilo cortante y sintético.
Es tarde en la noche en el puerto de Algeciras y dos hombres –uno tuerto, el otro cojo– esperan la llegada del próximo ferry que les conduzca a Tánger. ¿Quiénes son? ¿Qué les ha llevado hasta allí? Y lo más importante: ¿llegará ese barco que les ayude a cruzar el estrecho tan entrada la noche? Los dos hombres conversan. Son traficantes de droga viejos y cansados. Comparten una larga trayectoria de violencia y aventuras al margen de la ley, plagada de romances y traiciones mutuas, y llegados a estas alturas de la vida ya carecen de ilusiones y esperanzas. El barco parece no llegar nunca, y mientas tanto los dos hombres comentan crímenes pasados y planes de futuro, escrutan a su alrededor, se impacientan. Y en lo que dura esta vigilia nocturna, vamos conociendo su historia y la de Dilly, la hija de uno de ellos desaparecida más allá de Tánger.
Escrita con un estilo cortante y sintético, como un coloquio metafísico –que recuerda a Esperando a Godot, de Samuel Beckett–, Nocturno a Tánger es una proeza narrativa a medio camino entre la novela negra de verbo sucio y el drama psicológico. Una tragicomedia descarnada de belleza melancólica.