Bucarest a mediados de los sesenta. Rumanía es un país gris, dominado por el Partido. Pero, para Mircea, que tiene ocho años, la realidad es prodigiosa y adopta la forma de una involuntaria comedia. Presente y pasado se fusionan: el lúbrico Vasile, el muchacho que creció sin sombra en el pintoresco Bucarest del XIX; Maria, la niña a la que le crecen a la espalda unas alas de mariposa; el errático Herman, vigilante nocturno en cuyo piso cuelga un cuadro que contiene el universo entero; las borgianas alfombras cúbicas tejidas por la madre de Mircea, que ocultan secretos de Estado; Mircea y su hermano desaparecido, Victor, acurrucados cada uno con la cabeza a los pies del otro, como el signo de Piscis; los hombres estatua de una Ámsterdam grotesca y de cielos color rubí.
Aunque lo que destaca por encima de todo es una Bucarest que adquiere la forma de un ser viviente en el que caben todas las ciudades.